Ilustración tomada de http://csifomx.blogspot.com/2016/06/la-edad-de-unapersona-esta-escrita-en.html |
I
Mercedes vivía en el sur
de Quito con sus dos hijas de veintiuno y quince años. Tenía una tienda surtida
de abarrotes, el sustento que la ayudaba para pagar la universidad de Amelia y
el colegio de Verónica, pues, esta mujer era padre y madre para ellas.
Amelia estudiaba economía;
excelente estudiante. Un día sus amigas la invitaron a una fiesta que
organizaban en una discoteca. Ahí conoció a Pedro, joven de treinta y tres
años, primo de Sara, compañera de clases de Amelia; este no estudiaba sino
trabajaba como mecánico en un taller de carros. El chico supo conquistar a la
joven casi que de inmediato.
Pasaron los días y Pedro
iba a menudo a la universidad. Para él Amelia era su todo, la mujer que
enloqueció su corazón, solo pensaba en ella, a veces dejaba de trabajar porque
su deseo de escribirle y verla en video llamadas lo atormentaba.
Las primeras semanas la joven
hermosa, de pelo castaño y piel canela cuyos ojos de miel resplandecían su
belleza, se sentía atraída por este hombre. Tanto así que le contó a su madre
de su enamorado, que la trataba bien.
II
Pasaron dos meses y la
relación no fue la misma. Empezó entonces a prohibirle andar con sus amigas, inclusive
con su prima, a quien consideraba una coqueta.
El colmo llegó un día en
que se presentó en su casa y le dijo a su madre que se iban a unir.
Amelia se enojó y avergonzó
de todo ello.
Mercedes reconoció que
este hombre estaba obsesionado con su hija, por eso decidió enfrentarlo:
—Con todo respeto Pedro,
deja a mi hija tranquila, ella es muy joven para hacerse de marido, por eso la
mantengo, ya que mi sueño es que sea una profesional y no dependa de nadie. Así
que por favor no me hagas llamar a la policía.
—Señora, amo a su hija, conmigo
no le va a faltar nada.
Y la conversación se
hubiera extendido, salvo que Mercedes vio mucha ansiedad y enojo en Pedro, un
enojo que la atemorizó, por eso optó en sacarlo de casa.
III
Una voz extraña, en su
interior, le empezó a hablar: “El amor de tu vida le pertenece a otro, no
olvides que es linda, atractiva y coqueta, igual a tu prima. Quizás ya conoció
a alguien más y justo ahora estén revolcándose”.
IV
Era de noche cuando llegó
a la puerta y la tocó; Mercedes, aunque siempre precavida, abrió sin preguntar
quién era. Lo primero que sintió fue un empujón y la puerta cerrándose con
furia. Luego un puñetazo y sangre en su cara.
Pedro la agarró el cuello
y la amenazó con clavarle el cuchillo que apretaba sobre su pecho. Al verlos,
Amelia y Verónica, que se encontraban en la sala, estallaron en pánico.
Amelia, en medio del
llanto, le rogaba que se fuera, pero el plan era otro: la obligó a amarrar a su
hermana y madre, luego tapó sus bocas con unas medias que encontró.
Su furia era incontenible,
balbuceaba y repetía palabras como “traidora”, “amante”. Así que fue directo a
Mercedes y la apuñaló hasta matarla. A Verónica le dio una puñalada en la
cabeza.
Cuando llegó el turno de Amelia,
no le dio tiempo de gritarle nada, pues su ensañamiento fue brutal: golpes,
cuchilladas y estrangulándola.
V
Luego de contemplar la
escena, la voz le vuelve a susurrar: “bien hecho, se lo merecían”. Y un vacío
se apodera de él. Nada queda. Todo es nada. “Ahora tu cuello, un solo tajo y
vendrá la paz”. Y eso hace. Un chorro desde su garganta lo oscurece.