Ilustración tomada de http://bloglaguarida.blogspot.com/2016/07/el-hombre-enloquecido.html |
Me dejé llevar de los
celos. Pero no me arrepiento de lo que hice. Me engañaba con otro y pude
probarlo. Ahora debo calmarme, respirar hasta diez y tratar de pensar. La
ansiedad gobierna mis nervios y la situación empeora. Mi cuerpo tiembla. Necesito
un trago, el alcohol me da valentía y confianza. Alimenta mi odio y me hace
aborrecer al amor. Río y lloro al mismo tiempo. No, no estoy loco, si es lo que
creen.
Todo es culpa de
Carmen; la amé, le fui fiel. Pero ella, coqueta hasta más no poder, se enamoró de
ese insecto -profesor, lo llamaba- que conoció en la universidad. Por eso no
quería que estudiara.
Yo soy muy ágil
para los negocios, tengo dinero gracias a mi esfuerzo. Desde joven, sin
necesidad de estudiar, me metí al negocio del pescado y hacer plata sin
despilfarrarla. Pero al enamorarme mis desgracias aparecieron.
El tiempo es oro y
tal vez la policía ya esté viniendo por mí. Así que relataré en breve lo que
pasó con Carmen, al descubrirla en su departamento.
Venía de El
Empalme. Cuando la conocí en Manta vivía con una tía que tiene un restaurante
en Playita Mía. Una mañana, tipo 06:00 am, desayunaba un estofado de pargo en
el restaurante de la señora Albita, y al pedir el jugo me lo llevó su sobrina, Carmen.
Ella me
coqueteaba, me encantaba, podía sentir como me deleitaba al oler su fragancia y
contemplar su sonrisa.
Todos los días iba
a comer mañana y tarde hasta que me hice su amigo y la invité a salir.
La fui a ver en mi
camioneta doble cabina y nos fuimos a San Lorenzo.
Le dije que me
había enamorado de ella y que me dé una oportunidad parar demostrarle que la
quería hacer feliz.
Me contó que su
sueño era superarse, por eso había viajado a la ciudad y que por ahora lo que
deseaba era estudiar.
No me rendí, le
dije que le pagaría los estudios y le compraría todo lo que quisiera. Que me
acepte sin tener nada serio.
Accedió, cayendo
en la debilidad del dinero, logrando seducirla y hacerla mía...
Me había obsesionado
con ella y le compraba todo lo que deseaba: ropa, teléfono, carteras, perfumes,
joyas, mientras su cuerpo era mío a todo momento deseado.
Pero al pasar los
meses, cuando salíamos a cualquier parte, mi mente se perturbaba pensando que le
sonreía a cada hombre simpático que veía. Carmen me lo negaba, pero yo no le
creía porque la veía.
Después de llevar
más de dos meses estudiando me fijaba que mi novia ya no era la misma
conmigo... No me contestaba los mensajes, me leía y dejaba en visto. Me huía...
no aceptaba nada mío, decía que estaba ocupada con las tareas.
Las noches eran
eternas para mí. No dormía, mi mente se imaginaba que esta mujer estaba con
otro. Una voz interna me lo gritaba. Mi desesperación me impulsó a seguirla sin
que se diera cuenta.
Carmen estudiaba
Ciencias de la Educación. Conocía todos sus horarios. Esperé en uno de los
bares de comida y ahí fue cuando la vi, junto a su profesor. La seguí y
llegamos hasta su pequeño departamento que yo pagaba. No se imaginaba que tenía
una copia de su llave, a pesar de haberme dicho que le gustaba la privacidad.
Esperé unos treinta minutos y ni uno de los dos salía.
Mis pensamientos
eran perversos y malvados. Abrí la puerta con cuidado y sin ruido, igual
conocía todo el lugar. Al entrar no estaban en la sala y avancé hasta la cocina,
ahí cogí el cuchillo que estaba en el mesón. Mi coraje y odio empezaban a
opacar mis nervios, caminé hasta su cuarto que sin la puerta cerrada lograba
escuchar y ver como se quejaba de placer. Las piernas se me paralizaron, pero
logré dominarlas y seguir caminando. Pude ver al tipo sobre ella.
No pude más,
acuchillé por la espalda al insecto ese por reiteradas ocasiones. Sus gritos se
unieron a los de Carmen, así que ya ensangrentado y débil lo degollé.
A ella le dije de
todo. No me merecía este infierno. No era malo. Pero así es la miserable vida,
no siempre vas a estar bien.
La agarré de los
brazos y la tiré contra la pared quedando semiinconsciente. Aproveché el momento
y también le corté la garganta...
Ahora han tumbado
la puerta de la sala, vienen por mí. No quiero la cárcel, así que me uniré a
ella desde el mismo filo aún sangriento, que el acero bese mi corazón.
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