domingo, 15 de julio de 2018

Obsesión

Ilustración tomada de http://bloglaguarida.blogspot.com/2016/07/el-hombre-enloquecido.html



Me dejé llevar de los celos. Pero no me arrepiento de lo que hice. Me engañaba con otro y pude probarlo. Ahora debo calmarme, respirar hasta diez y tratar de pensar. La ansiedad gobierna mis nervios y la situación empeora. Mi cuerpo tiembla. Necesito un trago, el alcohol me da valentía y confianza. Alimenta mi odio y me hace aborrecer al amor. Río y lloro al mismo tiempo. No, no estoy loco, si es lo que creen.
Todo es culpa de Carmen; la amé, le fui fiel. Pero ella, coqueta hasta más no poder, se enamoró de ese insecto -profesor, lo llamaba- que conoció en la universidad. Por eso no quería que estudiara.
Yo soy muy ágil para los negocios, tengo dinero gracias a mi esfuerzo. Desde joven, sin necesidad de estudiar, me metí al negocio del pescado y hacer plata sin despilfarrarla. Pero al enamorarme mis desgracias aparecieron.
El tiempo es oro y tal vez la policía ya esté viniendo por mí. Así que relataré en breve lo que pasó con Carmen, al descubrirla en su departamento.
Venía de El Empalme. Cuando la conocí en Manta vivía con una tía que tiene un restaurante en Playita Mía. Una mañana, tipo 06:00 am, desayunaba un estofado de pargo en el restaurante de la señora Albita, y al pedir el jugo me lo llevó su sobrina, Carmen.
Ella me coqueteaba, me encantaba, podía sentir como me deleitaba al oler su fragancia y contemplar su sonrisa.
Todos los días iba a comer mañana y tarde hasta que me hice su amigo y la invité a salir.
La fui a ver en mi camioneta doble cabina y nos fuimos a San Lorenzo.
Le dije que me había enamorado de ella y que me dé una oportunidad parar demostrarle que la quería hacer feliz.
Me contó que su sueño era superarse, por eso había viajado a la ciudad y que por ahora lo que deseaba era estudiar.
No me rendí, le dije que le pagaría los estudios y le compraría todo lo que quisiera. Que me acepte sin tener nada serio.
Accedió, cayendo en la debilidad del dinero, logrando seducirla y hacerla mía...
Me había obsesionado con ella y le compraba todo lo que deseaba: ropa, teléfono, carteras, perfumes, joyas, mientras su cuerpo era mío a todo momento deseado.
Pero al pasar los meses, cuando salíamos a cualquier parte, mi mente se perturbaba pensando que le sonreía a cada hombre simpático que veía. Carmen me lo negaba, pero yo no le creía porque la veía.
Después de llevar más de dos meses estudiando me fijaba que mi novia ya no era la misma conmigo... No me contestaba los mensajes, me leía y dejaba en visto. Me huía... no aceptaba nada mío, decía que estaba ocupada con las tareas.
Las noches eran eternas para mí. No dormía, mi mente se imaginaba que esta mujer estaba con otro. Una voz interna me lo gritaba. Mi desesperación me impulsó a seguirla sin que se diera cuenta.
Carmen estudiaba Ciencias de la Educación. Conocía todos sus horarios. Esperé en uno de los bares de comida y ahí fue cuando la vi, junto a su profesor. La seguí y llegamos hasta su pequeño departamento que yo pagaba. No se imaginaba que tenía una copia de su llave, a pesar de haberme dicho que le gustaba la privacidad. Esperé unos treinta minutos y ni uno de los dos salía.
Mis pensamientos eran perversos y malvados. Abrí la puerta con cuidado y sin ruido, igual conocía todo el lugar. Al entrar no estaban en la sala y avancé hasta la cocina, ahí cogí el cuchillo que estaba en el mesón. Mi coraje y odio empezaban a opacar mis nervios, caminé hasta su cuarto que sin la puerta cerrada lograba escuchar y ver como se quejaba de placer. Las piernas se me paralizaron, pero logré dominarlas y seguir caminando. Pude ver al tipo sobre ella.
No pude más, acuchillé por la espalda al insecto ese por reiteradas ocasiones. Sus gritos se unieron a los de Carmen, así que ya ensangrentado y débil lo degollé.
A ella le dije de todo. No me merecía este infierno. No era malo. Pero así es la miserable vida, no siempre vas a estar bien.
La agarré de los brazos y la tiré contra la pared quedando semiinconsciente. Aproveché el momento y también le corté la garganta...

Ahora han tumbado la puerta de la sala, vienen por mí. No quiero la cárcel, así que me uniré a ella desde el mismo filo aún sangriento, que el acero bese mi corazón.

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