martes, 31 de julio de 2018

La voz susurrante

Ilustración tomada de http://csifomx.blogspot.com/2016/06/la-edad-de-unapersona-esta-escrita-en.html


I
Mercedes vivía en el sur de Quito con sus dos hijas de veintiuno y quince años. Tenía una tienda surtida de abarrotes, el sustento que la ayudaba para pagar la universidad de Amelia y el colegio de Verónica, pues, esta mujer era padre y madre para ellas.
Amelia estudiaba economía; excelente estudiante. Un día sus amigas la invitaron a una fiesta que organizaban en una discoteca. Ahí conoció a Pedro, joven de treinta y tres años, primo de Sara, compañera de clases de Amelia; este no estudiaba sino trabajaba como mecánico en un taller de carros. El chico supo conquistar a la joven casi que de inmediato.
Pasaron los días y Pedro iba a menudo a la universidad. Para él Amelia era su todo, la mujer que enloqueció su corazón, solo pensaba en ella, a veces dejaba de trabajar porque su deseo de escribirle y verla en video llamadas lo atormentaba.
Las primeras semanas la joven hermosa, de pelo castaño y piel canela cuyos ojos de miel resplandecían su belleza, se sentía atraída por este hombre. Tanto así que le contó a su madre de su enamorado, que la trataba bien.

II
Pasaron dos meses y la relación no fue la misma. Empezó entonces a prohibirle andar con sus amigas, inclusive con su prima, a quien consideraba una coqueta.
El colmo llegó un día en que se presentó en su casa y le dijo a su madre que se iban a unir.
Amelia se enojó y avergonzó de todo ello.
Mercedes reconoció que este hombre estaba obsesionado con su hija, por eso decidió enfrentarlo: 
—Con todo respeto Pedro, deja a mi hija tranquila, ella es muy joven para hacerse de marido, por eso la mantengo, ya que mi sueño es que sea una profesional y no dependa de nadie. Así que por favor no me hagas llamar a la policía.
—Señora, amo a su hija, conmigo no le va a faltar nada.
Y la conversación se hubiera extendido, salvo que Mercedes vio mucha ansiedad y enojo en Pedro, un enojo que la atemorizó, por eso optó en sacarlo de casa.

III
Una voz extraña, en su interior, le empezó a hablar: “El amor de tu vida le pertenece a otro, no olvides que es linda, atractiva y coqueta, igual a tu prima. Quizás ya conoció a alguien más y justo ahora estén revolcándose”.

IV
Era de noche cuando llegó a la puerta y la tocó; Mercedes, aunque siempre precavida, abrió sin preguntar quién era. Lo primero que sintió fue un empujón y la puerta cerrándose con furia. Luego un puñetazo y sangre en su cara.
Pedro la agarró el cuello y la amenazó con clavarle el cuchillo que apretaba sobre su pecho. Al verlos, Amelia y Verónica, que se encontraban en la sala, estallaron en pánico.  
Amelia, en medio del llanto, le rogaba que se fuera, pero el plan era otro: la obligó a amarrar a su hermana y madre, luego tapó sus bocas con unas medias que encontró.
Su furia era incontenible, balbuceaba y repetía palabras como “traidora”, “amante”. Así que fue directo a Mercedes y la apuñaló hasta matarla. A Verónica le dio una puñalada en la cabeza.
Cuando llegó el turno de Amelia, no le dio tiempo de gritarle nada, pues su ensañamiento fue brutal: golpes, cuchilladas y estrangulándola.

V
Luego de contemplar la escena, la voz le vuelve a susurrar: “bien hecho, se lo merecían”. Y un vacío se apodera de él. Nada queda. Todo es nada. “Ahora tu cuello, un solo tajo y vendrá la paz”. Y eso hace. Un chorro desde su garganta lo oscurece.

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