domingo, 20 de enero de 2019

El demonio y la armadura blanca (parte 3)

Imagen tomada de http://www.irisdeasomo.com/2016/08/26/5-consejos-escribir-una-batalla-epica/



Antes de abrir la puerta del castillo y salir a recibir a sus oponentes les dijo a sus soldados que él los iba a enfrentar solo sin necesitar ayuda.  Ellos se quedaron sorprendidos y no les quedó de otra que obedecer, pero igual estaban armados esperando la orden de Filadelfo.
Con más de cinco mil hombres el ejército aliado se aproximaba cada vez más al reino de Arkana, pero de repente Filadelfo con una velocidad increíble corrió hacia ellos. Mientras lo hacía la voz le hablaba:
–Rey de arcana usa mis poderes en este instante. Invoca a las tinieblas que llegarán a tus pies. –Y así lo hizo.
El cielo oscurecía y los truenos y tormentas imperaban. Un viento torrencial en forma de un huracán negro devastaba a cientos de soldados. El guerrero de armadura blanca con su espada desenvainada degollaba a más de cinco o siete hombres por segundos; sus ataques eran fulminantes.
Al derrotar a todas las tropas su pueblo lo elogió y ningún enemigo volvió a atacar, mientras él, conquistaba tierras ajenas y robaba los tesoros de los reinos ya caídos como también asesinaba a los niños de los imperios que invadía. Pero el terror y pánico en Arkana iba a comenzar pronto. 
Un día el demonio le dijo a Filadelfo que deseaba las almas tiernas de su tierra, así le daría más poder. El rey estaba poseído por el demonio, que aceptó sin discutir en sacrificar vidas inocentes. No quería que lo descubrieran sino podían derrocarlo.
Reunió a sus sirvientes y a una criada para contarle sus planes maquiavélicos y ordenarles que hicieran con punto y detalle lo que él decía, y si alguien lo traicionaba terminaba en la hoguera. Entonces empezaron a visitar sus propiedades y al hacerlo Celine, la criada, persuadía a menores para llevarlos al suntuoso castillo de su amo. 
Los encerraba en una enorme habitación donde los desnudaba y encadenaba para cortarles la garganta y después la cabeza. A veces les cortaba las venas o los sometía a cualquier tipo de tortura y los dejaba morir desangrados, después hacía que sus sirvientes tomaran los cuerpos y los quemaran hasta hacerse cenizas, todo lo hacía por satisfacer al demonio que lo atormentaría sino obedeciera.    
Había desaparecido un gran número de niños y la iglesia se había preocupado por aquello y sospechaban del mismo rey por poseer aquel demonio y ser portador de aquella armadura maldita. Pero sin pruebas no podían sentenciarlo a muerte. Los sacerdotes ordenaron capturar a Celine porque un fiel de la iglesia la vio caminando varias veces con diferentes niños. La acusaron directamente de ser cómplice del rey y obligaron mediante tortura que confesara la verdad y diera detalles, pero no confesó nada. La quemaron en la hoguera.

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