martes, 22 de enero de 2019

El demonio y la armadura blanca (parte final)



Los criados le contaron a Filadelfo que Celine no habló sobre los asesinatos cometidos por él, eso lo calmaría un poco y lo haría pensar. Entonces el demonio se le apareció.
–Gran rey de Arkana me tienes a tus órdenes, es hora que te deshagas de la iglesia, tan solo ponte la armadura blanca y usa mi siniestro poder.
–No más sacrificios, creo que ya fue suficiente. –Dijo el rey.
–¿Qué dices? –El demonio le pregunta
–Que se acabó, no volveré asesinar un niño más. Y la única manera para terminar con esta locura es entregar mi corona y confesar.
–Si haces eso arderás en el infierno, un pacto es sagrado y debes respetarlo.
–Soy el rey y he decidido no sacrificar a más niños, ni mucho menos usaré la armadura blanca. Regresarás al viejo y negro cofre donde estabas prisionero por siglos.
–Te arrepentirás si haces eso. Soy yo el que determina cuando morirás. No me desafíes.
–No temo a tus amenazas. Si sigo matando a niños es traicionar más a mi pueblo. –Fueron las palabras de Filadelfo que hablaba con tanta seguridad. 
Después de un largo rato de pensar y hablar con el demonio obligó a sus sirvientes que lo traicionasen yendo donde el papa Jonás IV y revelen la verdad y secretos de los asesinatos. Y sin pensarlo dos veces ellos obedecieron las órdenes del rey.
Al llegar a la iglesia la máxima autoridad y sus jueces, los sacerdotes llamaron a juicio a estos hombres que le habían servido a Filadelfo durante todo su reinado. Después de declarar todas las atrocidades que su amo les hacía a esos niños fueron sentenciados a una muerte lenta y dolorosa por cómplices. Los amarraron en los radios de ruedas de madera donde el verdugo empezaba a girarlas de una manera muy lenta para aplastarles las extremidades con un martillo de hierro hasta emputarlas, y luego quebrarle sus huesos; posterior a eso, el verdugo puso las ruedas lo más alto para que las aves de rapiña se alimenten. El pueblo ovacionaba lo que este hacía y gritaban >>justicia<<.
Filadelfo estaba esperando sentado en el trono hasta que lleguen por él, a lado suyo tenía el cofre negro encadenado donde yacía la armadura blanca y el demonio en ella.
El papa Jonás IV con voz autoritaria exigió que los guardias arrestaran al rey y lo lleven al calabozo, así azotarlo y después llevarlo al tribunal y sea juzgado. –¡Qué muera el rey! –Se escuchaba reiteradas veces. Ya nadie lo admiraba, lo repudiaban por haber matado a todos esos niños inocentes. Algunos deseaban que lo quemen en la hoguera, otros que tenga una muerte desgarradora. Y así fue, a pesar de haber confesado sus crímenes su muerte iba a ser cruel. Lo decapitaron con su misma espada.
Al morir Filadelfo, el papa antes de tomar la corona y elegir nuevo rey de Arkana ordenó a los soldados a que regresaran aquel cofre con la armadura blanca y el demonio encerrado al calabozo, advirtiendo que si otro rey o emperador la tomase sería ejecutado.  

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