viernes, 28 de diciembre de 2018
Un nuevo héroe está por emerger
Alegría previo fin de año.
2019 empezaré con nuevo libro.
Leyendas de un fauno, primera entrega de una trilogía.
Ahora corrigiendo las pruebas antes de que ingrese a imprenta.
Las ilustraciones son de lo mejor, gracias al artista Xavier García.
Un nuevo héroe está por emerger en la literatura manabita, espero que todos puedan conocerlo.
sábado, 15 de diciembre de 2018
El cazador nocturno (parte III)
Imagen tomada de https://www.leyendasdeterrorcortas.com/leyendas-del-mundo/leyendas-de-mexico/leyendas-de-hidalgo/leyenda-la-nina-fea-del-columpio/ |
Tres
Pasaron algunos años y la cacería volvía
como de rutina. Diez de septiembre de 2005 en Aguasazules, ciudad hermosa
conocida por sus playas y bosques húmedos que de a poco ha crecido por su
grandioso comercio y pesca, una ciudad turística visitada por muchos
extranjeros. Ahí vivía José Mero un comerciante que se había quedado viudo ya
que su mujer murió de leucemia. Este tenía una hija de once años de nombre
Carmen Mero, más conocida como Carmita; los dos andaban juntos y la niña lo
ayudaba en el puesto de venta de pescado en el mercado central. Ese día, tipo
dos de la tarde, su padre le pidió de favor que vaya donde el carnicero y
compre una libra de costillas, sin embargo, Carmita no regresó.
A los dos días encontraron su cuerpo
dentro de un saco de yute; la violaron y apuñalaron, luego la bañaron para
borrar toda clase de prueba y dejarla botada cerca de un barranco. Nunca
atraparon al culpable. Su padre no pudo soportar el dolor y depresión por lo
ocurrido, terminó suicidando con una acuchillada en el corazón. Mientras que el
violador y asesino andaba libre. Pasaron más de diez años y archivaron el caso
por carecer de pruebas, nadie supo quién mató a Carmen Mero de once años.
En la ciudad de Aguasazules por la
carretera vía a Santa Agustina había un centro de rehabilitación para
alcohólicos y drogadictos. El Renacer, así se llamaba y tenía cinco años ayudando
a personas con problemas de drogadicción y alcoholismo. En dicha clínica estaba
internado Pedro Aguayo de treinta años. Desde los doce perdió a sus padres,
después de aquello dedicó su vida a la delincuencia y drogas.
Una madrugada cuando Pedro dormía soñó que
estaba parado en un parque desolado, y al ver que no había nadie observaba a
Carmita meciéndose en un columpio, se preguntaba por qué la vería si ya estaba
muerta, no entendía nada, no sabía qué pasaba. –¿Estoy soñando? Tú ya estás
muerta, yo mismo te maté. ¡Lárgate de mi mente! ¡Quiero despertar? –Fueron sus
palabras.
–Me violaste y mataste no lo recuerdas.
–Dijo Carmita.
El viento bramaba con fuerza y él seguía
sin entender qué pasaba, no obstante, se dio cuenta que la niña paró de mecerse
en el columpio y caminó en su dirección, apuntándolo con el dedo y culpándolo
de su muerte. Aguayo gritaba que no se le acercara, pero ella no le hacía caso.
De repente aquel cuerpito se transformó en una horripilante criatura alada de
dos metros, cabeza pequeña con ojos rojos y hocico de roedor y colmillos
filosos. Se abalanzó encima de él para destrozarle a mordiscos la cara. El
interno gritaba y todos despertaron, pero nadie se acercaba porque el terror se
apoderó en ellos al ver que su cara era despedazada por algo invisible. Murió
de un paro cardiaco por el mismo pánico de sentir que su rostro era devorado
por algo inexplicable.
Estas muertes nunca fueron resueltas, el
misterio vive en ellas, y los espíritus descansan. Pero me hago una pregunta
¿cuál sería la verdadera apariencia del cazador nocturno? Eso nadie lo sabe, no
obstante, cuentan que alrededor de nuestro planeta nos invaden unos enormes
tentáculos verdosos y azulados sin saber a quién pertenecen.
miércoles, 12 de diciembre de 2018
El cazador nocturno (parte II)
Imagen tomada de https://www.freepik.es/fotos-premium/cielo-oscuro-nubes-negras-nubes-tormenta-dramaticas-antes-lluvia_1360986.htm |
Dos
En 1950, en una ciudad pequeña, se
descubrió el cadáver desnudo del niño Arthur Scott dentro de una caja de cartón
envuelto en una manta color verde oliva, tenía siete años, y antes de ser estrangulado
abusaron sexualmente de él. Nunca se supo quién fue o fueron los culpables.
Hasta que el cazador nocturno apareció después de tres años a Jessica Brown de
veintidós años; esta mujer drogadicta fue la madre del pequeño Arthur, la única
culpable de su muerte: lo había cambiado por droga a un traficante que abusó
del niño y después lo ahorcó con sus manos.
Jessica Brown el día que murió estaba tan
drogada que tuvo una pesadilla con los ojos abiertos, pero con tanta heroína
que se había inyectado su cuerpo se adormitó sin poder moverse. Frente de ella
apareció un parásito en forma de una enorme, larga y delgada lombriz
amarillenta y sebosa, empezando a arrastrarse hasta introducirse en su boca
para salir por su oído derecho reventando su tímpano; pero aún no estaba
muerta, su castigo empezaba. El bicho extraño se volvió a introducir en su boca
para comerse todos sus intestinos y matarla de una manera despiadada.
–¡Sufre! –Exclamó una voz.
Los agentes policiales encontraron el
cadáver en descomposición después de una semana ya que los vecinos no
soportaban aquellos olores putrefactos que salían del cuartucho de Jessica. Sin
embargo, el cazador no había terminado su trabajo ya que la madrugada del
veinticuatro de abril apareció en un sueño del traficante de quien mató al
niño.
La criatura extraterrestre se podía transformar
de diferentes maneras, sin demostrar su verdadera apariencia así las almas de
estos individuos nunca lo iban a reconocer. Y su víctima, el vendedor de drogas,
dormía como si nada pasara hasta que soñó con el lugar de su muerte. Era un
pantano lleno de árboles muertos de color gris, sus aguas verdes en forma de
serpiente eran profundas y pegajosas. Las nubes negras invadían el ambiente
gélido, que el asesino del pequeño Arthur temblaba. Confuso y aturdido él no
sabía qué hacer, solo caminaba para encontrar la escapatoria del paisaje
tétrico, pero lo que vio fue emerger de las aguas a un monstruo de aspecto
humanoide de color azulado con manchas en el cuerpo, de piel escamosa y cabeza
de lagarto, su espalda estaba llena de espinas. Se quedó estupefacto, no sabía
si era sueño o realidad.
–¡Maldita sea! Dónde carajos estoy.
–Fueron sus palabras.
–Te encuentras encerrado en tu propio
sueño y aquí serás sentenciado por matar a Arthur Scott que tan solo tenía
siete años. –Dijo el cazador.
Luego lo arrastró hasta el pantano
sumergiéndolo para ahogarlo y después comérselo. Mientras tanto en la realidad
el cuerpo del traficante de drogas estaba convulsionando, se ahogaba en el
sueño, se ahogaba en la realidad. Tanto era la desesperación de querer vivir que
sus ojos se abrieron, pero se ensangrentaron de inmediato, así como también
empezaba a vomitar sangre por la nariz y boca.
lunes, 10 de diciembre de 2018
El cazador nocturno (parte I)
Imagen tomada de https://www.hoy.es/sociedad/201508/18/pesadilla-hija-sobre-hombre-20150818194318.html |
Cuenta la leyenda que desde hace muchos
años existía un monstruo que nadie había visto, a excepción de los malos.
Quiero decir, de todo aquel que mataba a personas indefensas o inocentes, seres
humanos pacíficos cuyos corazones no están llenos de envidia, maldad u odio. Ellos
son vengados por el cazador nocturno… que mataba a los culpables a través de
los sueños.
Uno
Uno de ellos fue José Rivero, un hombre de
cuarenta y dos años de edad, quien dormía la noche del tres de abril de 1930
sin pensar que la justicia llegaría en ese momento por el asesinato sin
resolver de la niña Mercedes Espinoza de siete años: violada y ultrajada en
julio de 1926, pero no habían encontrado pruebas para juzgarlo y sentenciarlo.
La había secuestrado con la táctica de regalarle dulces y engañarla diciéndole
que sus padres le habían dicho que la recogiera de la escuela y la lleve a su
casa. Pero el destino para Mercedes fue espantoso. Es por eso que la noche en
que murió Rivero pasó lo siguiente: tuvo una pesadilla horrible. Soñaba que iba
en busca de otra niña para hacerle lo mismo que le hizo a su primera víctima.
Caminaba por una vereda y sin darse cuenta
llegó a una inmensa cueva llena de musgos, oscura y tenebrosa, se asustó y
decidió regresarse por el mismo camino, pero la salida había desaparecido y la
oscuridad gobernaba. Sin embargo, en ese instante apareció un monstruo que en
vida real él ni nadie había visto. Su cabeza era la de un grillo y su cuerpo
peludo estaba robusto, tenía largas y filosas garras, en vez de manos, con las
que lo acuchilló por varias ocasiones.
–Todo es una pesadilla, ¡quiero despertar!
–Gritó Rivero.
Pero todo era real, su cuerpo sangraba y
las sábanas blancas ya se habían teñido de color rojo. Trataba de moverse, pero
fue en vano. José murió a las dos de la mañana de ese día.
Antes que el fiscal ordenase el
levantamiento de cadáver se sorprendió porque este vivía solo y no existía
indicio alguno de que la puerta haya sido forzada.
–¿Qué pasó en realidad? Será difícil
descubrirlo. –Dijo el fiscal.
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