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Tres
Pasaron algunos años y la cacería volvía
como de rutina. Diez de septiembre de 2005 en Aguasazules, ciudad hermosa
conocida por sus playas y bosques húmedos que de a poco ha crecido por su
grandioso comercio y pesca, una ciudad turística visitada por muchos
extranjeros. Ahí vivía José Mero un comerciante que se había quedado viudo ya
que su mujer murió de leucemia. Este tenía una hija de once años de nombre
Carmen Mero, más conocida como Carmita; los dos andaban juntos y la niña lo
ayudaba en el puesto de venta de pescado en el mercado central. Ese día, tipo
dos de la tarde, su padre le pidió de favor que vaya donde el carnicero y
compre una libra de costillas, sin embargo, Carmita no regresó.
A los dos días encontraron su cuerpo
dentro de un saco de yute; la violaron y apuñalaron, luego la bañaron para
borrar toda clase de prueba y dejarla botada cerca de un barranco. Nunca
atraparon al culpable. Su padre no pudo soportar el dolor y depresión por lo
ocurrido, terminó suicidando con una acuchillada en el corazón. Mientras que el
violador y asesino andaba libre. Pasaron más de diez años y archivaron el caso
por carecer de pruebas, nadie supo quién mató a Carmen Mero de once años.
En la ciudad de Aguasazules por la
carretera vía a Santa Agustina había un centro de rehabilitación para
alcohólicos y drogadictos. El Renacer, así se llamaba y tenía cinco años ayudando
a personas con problemas de drogadicción y alcoholismo. En dicha clínica estaba
internado Pedro Aguayo de treinta años. Desde los doce perdió a sus padres,
después de aquello dedicó su vida a la delincuencia y drogas.
Una madrugada cuando Pedro dormía soñó que
estaba parado en un parque desolado, y al ver que no había nadie observaba a
Carmita meciéndose en un columpio, se preguntaba por qué la vería si ya estaba
muerta, no entendía nada, no sabía qué pasaba. –¿Estoy soñando? Tú ya estás
muerta, yo mismo te maté. ¡Lárgate de mi mente! ¡Quiero despertar? –Fueron sus
palabras.
–Me violaste y mataste no lo recuerdas.
–Dijo Carmita.
El viento bramaba con fuerza y él seguía
sin entender qué pasaba, no obstante, se dio cuenta que la niña paró de mecerse
en el columpio y caminó en su dirección, apuntándolo con el dedo y culpándolo
de su muerte. Aguayo gritaba que no se le acercara, pero ella no le hacía caso.
De repente aquel cuerpito se transformó en una horripilante criatura alada de
dos metros, cabeza pequeña con ojos rojos y hocico de roedor y colmillos
filosos. Se abalanzó encima de él para destrozarle a mordiscos la cara. El
interno gritaba y todos despertaron, pero nadie se acercaba porque el terror se
apoderó en ellos al ver que su cara era despedazada por algo invisible. Murió
de un paro cardiaco por el mismo pánico de sentir que su rostro era devorado
por algo inexplicable.
Estas muertes nunca fueron resueltas, el
misterio vive en ellas, y los espíritus descansan. Pero me hago una pregunta
¿cuál sería la verdadera apariencia del cazador nocturno? Eso nadie lo sabe, no
obstante, cuentan que alrededor de nuestro planeta nos invaden unos enormes
tentáculos verdosos y azulados sin saber a quién pertenecen.
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