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Dos
En 1950, en una ciudad pequeña, se
descubrió el cadáver desnudo del niño Arthur Scott dentro de una caja de cartón
envuelto en una manta color verde oliva, tenía siete años, y antes de ser estrangulado
abusaron sexualmente de él. Nunca se supo quién fue o fueron los culpables.
Hasta que el cazador nocturno apareció después de tres años a Jessica Brown de
veintidós años; esta mujer drogadicta fue la madre del pequeño Arthur, la única
culpable de su muerte: lo había cambiado por droga a un traficante que abusó
del niño y después lo ahorcó con sus manos.
Jessica Brown el día que murió estaba tan
drogada que tuvo una pesadilla con los ojos abiertos, pero con tanta heroína
que se había inyectado su cuerpo se adormitó sin poder moverse. Frente de ella
apareció un parásito en forma de una enorme, larga y delgada lombriz
amarillenta y sebosa, empezando a arrastrarse hasta introducirse en su boca
para salir por su oído derecho reventando su tímpano; pero aún no estaba
muerta, su castigo empezaba. El bicho extraño se volvió a introducir en su boca
para comerse todos sus intestinos y matarla de una manera despiadada.
–¡Sufre! –Exclamó una voz.
Los agentes policiales encontraron el
cadáver en descomposición después de una semana ya que los vecinos no
soportaban aquellos olores putrefactos que salían del cuartucho de Jessica. Sin
embargo, el cazador no había terminado su trabajo ya que la madrugada del
veinticuatro de abril apareció en un sueño del traficante de quien mató al
niño.
La criatura extraterrestre se podía transformar
de diferentes maneras, sin demostrar su verdadera apariencia así las almas de
estos individuos nunca lo iban a reconocer. Y su víctima, el vendedor de drogas,
dormía como si nada pasara hasta que soñó con el lugar de su muerte. Era un
pantano lleno de árboles muertos de color gris, sus aguas verdes en forma de
serpiente eran profundas y pegajosas. Las nubes negras invadían el ambiente
gélido, que el asesino del pequeño Arthur temblaba. Confuso y aturdido él no
sabía qué hacer, solo caminaba para encontrar la escapatoria del paisaje
tétrico, pero lo que vio fue emerger de las aguas a un monstruo de aspecto
humanoide de color azulado con manchas en el cuerpo, de piel escamosa y cabeza
de lagarto, su espalda estaba llena de espinas. Se quedó estupefacto, no sabía
si era sueño o realidad.
–¡Maldita sea! Dónde carajos estoy.
–Fueron sus palabras.
–Te encuentras encerrado en tu propio
sueño y aquí serás sentenciado por matar a Arthur Scott que tan solo tenía
siete años. –Dijo el cazador.
Luego lo arrastró hasta el pantano
sumergiéndolo para ahogarlo y después comérselo. Mientras tanto en la realidad
el cuerpo del traficante de drogas estaba convulsionando, se ahogaba en el
sueño, se ahogaba en la realidad. Tanto era la desesperación de querer vivir que
sus ojos se abrieron, pero se ensangrentaron de inmediato, así como también
empezaba a vomitar sangre por la nariz y boca.
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