Foto tomada dehttps://www.ibelieve.com/slideshows/6-easy-ways-to-help-the-lonely-church-goer.html |
La siguiente historia sucedió en los bosques
alpinos del Estado alemán. A un kilómetro de un pequeño pueblo estaba ubicada
una granja habitada por una acomodada familia de cinco miembros. El hombre de
la casa se llamaba Andreas Lerman de sesenta y tres años de edad, su esposa
Zelinda y su hija Anna, una joven viuda que tenía dos hijos: Kasilia y Armin de
siete y dos años de edad.
A pesar de la lejanía donde vivían eran
bien conocidos en la zona, pero no tenían buena reputación a excepción de Anna
que cantaba en el coro de la iglesia. Tenía buen carácter, muy sociable, una
mujer cuyo espíritu era de agrado al Señor porque al cantar lo hacía con
sentimientos los cuales fluían a través de su corazón. En cambio, el padre era
una persona huraña y hostil que maltrataba a su esposa de forma regular. Este
se había obsesionado y enamorado de su hija hasta el punto de prohibirle que
volviera a contraer matrimonio.
Se especulaba que Andreas era el padre
biológico y abuelo del pequeño Armin. Él la violaba desde los catorce años,
aunque ella nunca dijo nada por miedo a que la golpeara o maltratara a sus
hijos. Aquel secreto la perturbaba, pero prefería callar y refugiarse en la
casa de Dios.
Siempre al verla la recibía con tanta
alegría y amabilidad, ya que era el diácono de la iglesia a la que Anna
asistía. Mi misión: salvarla de las relaciones incestuosas que mantenía con el
depravado de Andreas. Ella era bonita y no merecía ser infeliz. Eso me daba ira
y solo esperaba la orden del Creador para sentenciar al padre por ese delito.
Un día la noté muy asustada y un poco
aturdida, le pregunté:
–Anna ¿Qué le
sucede?
–No me pasa nada,
todo está bien, gracias por preguntar.
No me convenció su respuesta y mis
presentimientos no me engañaban. Algo estaba mal, me daba la impresión que la
hija de Andreas estaba siendo perseguida, ¿la estaban pretendiendo? ¿La estaban
atormentando?. No podía ver más allá de la realidad porque en ese momento sólo
era un humano y Jehová no me había dado la orden para proceder con el castigo,
es por eso que aún no podía convertirme en la muerte. Además, la actitud de Anna
ya no era la misma hace semanas, a pesar de ser infeliz con su familia y
soportar todo lo que le hacía su padre, era educada, tranquila y amable. Por
eso sospechaba que otro individuo algo tramaba contra ella.
¡Qué impotencia! ¡Qué desesperación! No
podía hacer nada, ni convertirme en el ángel de la muerte para descubrir de una
vez si ella se encontraba en peligro. Pero después de una semana volvió a su
estado normal y me saludó. Lo misterioso de esto es que sus nervios y pánico
que mostraba días anteriores en su rostro habían desaparecido.
–Señor Amadeus
buenos días, me da alegría verlo, sobre todo fiel a su labor de recibir a las
ovejas del Señor y darles la bendición antes de un culto. –Estaba sorprendido, mis instintos no me fallaban, tal vez ese tipo
se escondió para hacerle creer que había desaparecido. Así transcurrieron
aproximadamente seis meses que el misterioso individuo ya no perseguía a Anna,
eso la tenía tranquila y relajada.
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