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Centenares de militares seguían
llegando y al ver que la gente no abandonaba el lugar, los obligaron a hacerlo.
–¡Por favor! Despejen la zona, sino
estaremos obligados a decirle a la policía local que los arresten por invadir
un área restringida. –Dijo uno de ellos.
–Pero nosotros tenemos derecho a saber
lo que está pasando, somos moradores de este pueblo. –Dijo John Bell, un
trabajador de un supermercado que quedada a dos kilómetros del sector.
–Lo que han visto estrellarse es un
satélite soviético. El gobierno se encargará el día de mañana de publicar un
comunicado, mediante los medios de comunicación explicando todo, así que por
favor ya no los queremos ver aquí.
–Pero John no estaba de acuerdo con
aquella respuesta, así que se escondió detrás de unos arbustos esperando que
solo los militares quedaran con el objeto no identificado y lo investigaran.
Varios minutos más tarde llegó otro camión donde bajaron tres hombres con
trajes lunares, uno de ellos llevaba una caja metálica con tapa a presión. Bell
no les perdía la mirada y se dio cuenta que uno de esos sujetos abrió una
pequeña y extraña puerta del objeto que eran resguardado por los militares que
llevaban rifles. Este era el científico William Lewis quien se arriesgó a
entrar y guardar en la caja algo extraño que lamentablemente John no pudo ver
que era. Por lo que se retiró antes que uno de los agentes policiales o los
mismos militares lo arrestaran.
El teniente coronel Thomas Morgan
ordenó a su tropa que escondieran el objeto en el área 51, evitando el
escándalo público y la presencia de la prensa; también dejó que el Dr. Lewis,
astrónomo de la NASA junto al geólogo Nolan Baker y el físico Xavier Hernández
se llevaran la cosa recogida para que la estudiasen ya que supuestamente estaba
muerta. Estos hombres con trajes lunares se dirigieron para allá.
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