Mientras tanto
destruiré estos altares
y la muerte vendrá
por ustedes
ya que son
culpables
de estos
aborrecibles pecados.
Al decir estas
palabras
todos se
atormentaban,
gritaban invocando
a su divinidad,
clamaban hasta
llorar,
pero nunca le pidieron
perdón a Jehová.
Entonces las
paredes
de ese templo se
partieron
y las estatuas de
bronce
se destruyeron.
Al suceder esto
los israelitas a
Canaan invadieron
para tomar
posesión de su herencia
que el Creador le
había prometido a Abraham.
La tierra de leche
y miel.
Al terminar la
guerra castigué
a todas las almas
que en vida
sacrificaron a sus
hijos recién nacidos.
Antes de llevarlas
al infierno
les di un severo
castigo,
atormentándolas
en la oscuridad y
en el silencio
por lo que
hicieron.
Pero aún no estaba
tranquilo,
el principado era
el culpable;
se había encarnado
en Saturno,
un anciano con
larga y espesa barba blanca
con una oz en la
mano que le servía
para degollar a
sus hijos al nacer
y devorarlos por
completo.
Era poderoso, lo
adoraban
como el dios de la
agricultura,
nadie podía
destronarlo.
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