Repentinamente el
sol desapareció
y las nubes negras
tomaron el control
ordenando al
viento soplar con furia.
Caminé hacia sus
altares
pero al llegar me
encontré
con algo
espeluznante:
un bebé en los
brazos
de aquella estatua
repugnante.
Corrí para
salvarlo
pero llegué tarde,
la criatura fue
consumida
por el fuego de
Moloch Baal.
Qué impotencia y desesperación.
Mi coraje
aumentaba,
mi odio
acrecentaba,
mi furia estallaba.
Salí enfurecido
en busca de
culpables.
Primero fui al
centro de la calle
llamando la
atención de los habitantes
para darles el
último mensaje:
–Estoy aquí por órdenes del Creador,
el Padre de los
falsos dioses,
el que todo lo ve
y todo lo sabe.
Serán invadidos
por el pueblo de Dios
y morirán bajo la
ira de Yavé.
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