lunes, 19 de marzo de 2018

El Limbo (parte IV)



–Azrael, eliminaré a los pueblos
que cayeron en la profanación
y dieron de sacrificio a sus hijos
a un falso y detestable dios.
¡Eres la muerte! ¡Eres mi ley!
por eso debes castigar–.

Aquellas palabras me llevaron
a tomar la decisión
de enfrentarme al mal.

Esto ya no debía continuar,
entonces visité Canaan:

Me convertí en humano,
así al llegar a la tierra de los cananeos
me presentaría como el profeta de Jehová,
aquel que creó a Moloc Baal,
aquel que estaba hastiado
de la inmoralidad sexual,
el paganismo y sacrificio de niños.

Vestía una túnica café larga
que me bajaba hasta los tobillos,
atada a mi cintura
por una faja de tela.

Mis sandalias eran hechas correa,
cadenillas de oro y lentejuelas,
mi turbante estaba suelto
cubriéndome la cabeza.

De piel canela y barba recia,
de ojos negros y pelo oscuro;
medía aproximadamente
un metro sesenta y siete.

En mi mano derecha tenía
un antiguo bastón, el cual
era el mismo poder de Dios.

Lo golpeé contra el suelo
originándose un pequeño temblor
y provocando una conmoción
a dicho pueblo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario