martes, 18 de junio de 2019

La masacre de los Lerman (8, fin)

Imagen tomada de https://www.3djuegos.com/comunidad-foros/tema/22533878/0/azrael-angel-de-la-muerte/


Cuando le hablaba su rostro se volvió pálido, sus ojos estaban desorbitados y su cuerpo paralizado. El engendro se había asustado, y al convertirme en aquel monstruo espantoso y deforme con ocho brazos delgados y manos con dedos largos capaces de convertirse en gusanos terroríficos de ojos rojos y colmillos afilados. Aquello le ocasionó a este individuo un paro cardiaco, muriendo al instante, pero sin imaginarse que su castigo y sufrimiento recién iba a empezar.

Con todas mis horripilantes, escamosas y amorfas manos logré arrancarle el alma de su cuerpo a esta escoria para llevármela a mi lugar favorito, un paisaje oscuro peor que el mismo infierno, la tierra de los huesos secos. Al llegar al paraíso oscuro, montañas de huesos y calaveras se esparcían para unirse entre sí, formando ejércitos de esqueletos donde la carne podrida aparecía desde la tierra para juntarse en ellos y convertirlos en putrefactas criaturas que caminaban postrándose ante mí, rindiéndome honor y demostrándome que estaban a mi disposición.

El alma de Lorenz Bauer trataba de escapar, pero no podía soltarse de mi fuerza descomunal. El asesino de los Lerman al darse cuenta que estaba muerto gritaba despavorido pidiendo perdón por lo que había hecho, pero ya era demasiado tarde, y muerto el perdón no existe. Y es ahí donde le contesté la pregunta de ¿quién era yo?

–Ahora sí, permíteme presentarme. Mi nombre es Azrael, más conocido como el ángel de la muerte o verdugo de Dios, un justiciero que se encarga de las personas perversas y despiadadas que han existido durante toda la historia cuyos corazones eran de piedra difícil de romper. Soy de diferentes formas, puedo ir donde sea, como también tengo la habilidad de convertirme en humano.

El culpable no dejaba de pedir perdón suplicando que lo dejara libre, pero a cada momento le decía que era tarde, que ya había sido sentenciado al castigo eterno. No paraba de lamentarse así que me terminé hostigando decidiendo que sean las putrefactas criaturas que se encargasen de castigar a esta alma.

Al cumplir con mi misión, de castigar al causante de la masacre, opté por desaparecer del pequeño pueblo que me producía recuerdos nostálgicos que ahora los estoy plasmando en estas líneas para que el lector sea partícipe de lo que es capaz de cometer un hombre obsesionado.

Así que decidí ser un cuervo y volar en la oscuridad, siempre atento a las intenciones de los demonios que despertaban para cazar a sus víctimas. Su objetivo: desquitar su odio contra los humanos.


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