lunes, 7 de mayo de 2018

La creación perfecta (VII)

Ilustración tomada de https://co.pinterest.com/pin/791718809464338655/



No puedo olvidar la primera vez que fuiste mía,
pero antes de eso hay un recuerdo que no olvido.

Las olas te cantaban donde la noche seguía su rumbo
y los lobos en un bosque lejano adoraban a su diosa;
yo era aquel pintor imaginario que preparaba su inspiración,
un pintor que descubrió lo más bello del universo.

Después fui un poeta cuya tinta era su sangre
y su hoja su propia imaginación.

Eras la doncella de mi propio paisaje,
la primavera de mis ojos
algo indiscutible
que nadie puede entender hasta el momento.

Retrocedo cada espectáculo hecho por los dos,
donde los únicos testigos fueron nuestros recuerdos.

La pasión de cómo hacías el amor conmigo,
la lujuria de tus besos y el manjar de tus deseos
no se irán jamás de mi mente.

Eres la única mujer que abrió mi inspiración,
la que puso sonido a mis letras
y revivió el estilo romántico que ya había desaparecido,
un estilo que estaba dormido.

Eres la dama de mis sueños,
seductora e inteligente,
doncella y majestuosa.

Has caminado sobre las aguas
y has encendido las llamas del sol
con una energía voraz.

No puedo olvidar tu sonrisa,
y el eco de tu voz
es la melodía más hermosa
que existe dentro de mí.

¡El libro sin fin!
es el libro de los dulces misterios,
¡El libro sin fin!
es el libro de los tiernos deseos.

He escrito este libro
por el gran amor que te tengo
y a pesar que tu amor fue como el viento
son los versos que testifican nuestro pequeño secreto.

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