martes, 3 de abril de 2018

El Limbo (parte VIII - final)



Al terminar de hablar Moloc Baal

le dije las últimas palabras:



–Jamás van a entender el amor,

la paz, la fidelidad. Lamentablemente

fueron contagiados por la misma maldad

que Lucifer engendró siendo un ángel.



Y no era cualquier ángel, era el más bello,

fue mi líder en el coro de alabanzas;

esbelto, hermoso, poderoso

y la mano derecha del Creador,

pero se dejó dominar de su orgullo

y narcisismo, para después originar

la misma maldad queriendo derrocar a Dios

del trono, traicionando su confianza.



¿Para ti eso es justicia?

te jactas de hacerte la víctima

y eso no me agrada, así que finalizo

esta farsante charla–.



Logré lo que me había propuesto, corté en pedazos

al principado para después arrojarlo

al lago de fuego, el Seol: la misma prisión.



He cumplido con mi misión,

el cual me siento tranquilo

ya que todas estas almas dulces,

inocentes de cometer pecados

disfrutarán de una plena libertad

en el Limbo, ahí brillarán

y serán luz en plena penumbra.



Al terminar de leer el manuscrito

el anciano seguía bogando

en dirección hacia el infinito,

mientras yo no dejaba de contemplar

aquel hermoso paraíso,

el cual le daba brillo a la oscuridad.



Las luciérnagas divinas

disfrutaban de paz y libertad,

gozaban en el jardín de la eternidad

rodeada de rosas blancas, flores amarillas,

claveles azules y tulipanes rojos.



Pero de pronto en el cielo

un enorme hoyo blanco

en forma de remolino se originó,

mostrándome la salida del limbo

para dirigirme a otro destino.



El viejo bote se detuvo, me levanté y floté,

al hacerlo empecé a volar sin necesidad

de tener alas, ya que poseía dicha habilidad.



Al llegar hasta el agujero

desaparecí sin dejar rastro

para seguir cumpliendo con los designios

de aquel que está en todos lados.

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